domingo, 31 de octubre de 2010

El debut


Llegué temprano, para aflojar tensiones y nervios in situ. No quise comer ni tomar nada. Cargué sillas, corrí tablones, ordené mesas, apilé gradas, acomodé butacas. Trajeron un trapecio que nunca antes había usado y lo colgaron a una altura a la que nunca antes había estado. Todos coincidimos en que, a esa altura, no haríamos nuestros números. Lo bajaron un poco, muy poco. Mi profesor amenazó con tarima de madera debajo del trape. Logramos convencerlo con un lindo colchón blanco sobre la tarima.

Subí por una cuerda negra hasta la barra del trapecio. “Probalo”, insistió. Me colgué y empecé a temblar. Las vigas del galpón estaban a la altura de mis ojos. “No voy a poder, no voy a poder”, era lo único que pensaba. Intenté hacer algunos ejercicios, pese al temblequeo de mis piernas, agarrándome bien fuerte de las cuerdas. Terror. Eso sentía. Terror. Y muchos nervios. Y el circo aún estaba vacío.