-¿Que significa eso?, pregunta ella, embelesada
-Que eres excepcional en la cama pues cada parte de tu cuerpo, tu nariz, tus dientes, experimenta placer cuando lo tocas
-Ahhhhh… Me gustas, de verdad me gustas
-¿Me amas?
-Eh… sí, creo que sí, te amo.
Y así, nace la relación.
De un día para el otro, viven juntos.
Él, maniático obsesivo. Ella, no disfruta del sexo sin antes fumar marihuana. Él, no puede entrar al cine si el filme empezó hace más de 30 segundos. Ella, acepta ver por cuarta vez el documental en blanco y negro sobre los nazis (que aún no empezó). Juntos, intentan matar langostas en la cocina para luego cocinarlas. Y se ríen, mucho.
El tiempo pasa.
Ellos, se separan.
Él, está en la cama con otra. Ella, lo llama urgente de madrugada. Él, corre a verla para matar la terrible araña que acecha su baño. Ella, confiesa que lo extraña. Él, también.
El tiempo pasa.
Ellos, finalmente se separan.
Ella, inicia su carrera artística. Él, escribe una película sobre ellos. Ella, crece. Él, le inventa un final feliz a su película.
El tiempo pasa.
Y una tarde, la ciudad los encuentra. Toman un café, conversan y se ríen, mucho. Están más viejos, más lindos, más arrugados, más sabios, más cansados. Se miran a los ojos, se leen con la mirada, y ya no son ni serán –nunca- los de antes.
Creo que eso es lo que pienso acerca de las relaciones. Son completamente irracionales, locas y absurdas. Pero supongo que insistimos con ellas porque la mayoría necesitamos los huevos.