domingo, 18 de mayo de 2008

Impulsos


Que cercenamos, reprimimos, atesoramos.
Que nos desesperan, sobrepasan y sorprenden.
Que no aguantamos, presionan el estómago y duelen!
Que generan taquicardia, parálisis y temblores.
Que de a poco pasan, se alejan y adormecen…



Endormez!

C’est ça…

C’est fini.
 
Ahhh –suspiro-.

Pasó, ya pasó. 

Hoy tuve unos de esos. Domingo a la tarde. Tarde, domingo. El ciclo vicioso del ordenar/desordenar y el vino. La etiqueta del vino que recorté hace tanto (tanto?) para sacarlo de la mesada de los recuerdos al incinerador de los olvidos. Y ahí estaba, ahí abajo, tapadita, en desorden, sin cofre protector, detenidita en su camino al crematorio. ¿Y ahora? La duda, peluda y eterna. ¿La tiro? ¿Tesoro o basura? Ahora que la guardé tanto…

Y claro, es difícil escapar del propio envase.

Y así, sin más, con puntas mal cortadas, entre medio romperse y medio enreliquiarse, selló su destino. El cuadernito, aquel manuscrito que tengo por ahí y… acá está. Su precario anillado salta en pequeños pedazos al agarrarlo. Hacía mucho que no lo tenía en mis manos. Mucho? Cuánto? Palabras para ber deja entrever la traslúcida contratapa. Y la duda, peluda… Y el impulso y el pulso, que se acelera. Me dejo caer sobre la fría cerámica bajo la eléctrica luz del caer la tarde.