Un día volvimos a hablar. Como si nada. Como si siempre. Como si seis años no fuera tiempo. Como si me llamara un día cualquiera desde su trabajo (el mismo), a mi número fijo (el mismo), que aún recordaba de memoria, una mañana cualquiera de agosto.
-Hola
-Hola
-Qué hacés…?
-Qué hacés…?
-Bien… vos?
-Bien… vos?
Las palabras salían una tras otra y las repetíamos en eco. Después nos reímos y dejamos de repetir. Y la charla se tornó natural. Como si nada. Como si siempre. Como si nunca hubiésemos dejado de divagar juntos, entre recuerdos borroneados por el tamiz del presente.
El olvido no perdona, viste como son las cosas…
-Hola
-Hola
-Qué hacés…?
-Qué hacés…?
-Bien… vos?
-Bien… vos?
Las palabras salían una tras otra y las repetíamos en eco. Después nos reímos y dejamos de repetir. Y la charla se tornó natural. Como si nada. Como si siempre. Como si nunca hubiésemos dejado de divagar juntos, entre recuerdos borroneados por el tamiz del presente.
El olvido no perdona, viste como son las cosas…