Con más arrugas en la frente y el paso lánguido. Con la mochila pesada de recuerdos y los zapatos cubiertos de mugre. Con el cansancio acumulado y la sonrisa en los ojos. Con la mirada transformada y las ganas intactas. Con el camino a cuestas y las posibilidades vacilantes. Con la mezcla de alegría y melancolía que produce el saber que, siempre, hay que volver.
Paréntesis.
Tal vez fue un período entre paréntesis.
A veces sirven, como en la gramática, para aclarar las ideas. A veces, también, resultan excesivos, redundantes. De allí, prescindibles.
Tiempo atrás sufría profundamente los regresos. Con esa bendita y nefasta idea del progreso lineal hacia delante, que simula ocultar una línea invisible con hitos marcados y mojones alcanzables que conducen hacia algún recóndito punto de llegada.
Pavadas.
Quien ha viajado mucho sabe todo recorrido se termina. Quien ha sufrido mucho sabe que en algún momento llega el sosiego. Quien ha amado mucho sabe que el amor, cuando no se acaba, se transforma.
Y todos vuelven. A viajar, a disfrutar, a amar. Una y otra vez.
Siempre hay que volver. Y no es poco tener a dónde. Es también pertenecer. Es iniciar el viaje con menos miedo. Es la audacia sobre la imaginaria tierra firme. Es el lugar que tiene el valor de lo propio, aquel que –inexorablemente- será un nuevo punto de partida.
4 comentarios:
que es un soplo la vida. Si. Pero a veces la sentimos brisa, a veces hacemos tormenta.
y es un acto de valentía.
Y es saber volver y animarse a dejar atrás las líneas del tiempo y el complejo de "Susanita", o no?
Epa! parece que ese tal Verón (et al, claro…) tenía razón! Cuánto sentido en recepción, amigas de la blogosfera.
Mag: no dejás de taconear ni en los comments!
Lalita: gracias. A veces es difícil verlo así, pero lo es.
Vidu-vidu: jaja! Creo no haber tenido nunca complejo de Susanita… ¿o recuerdo mal y Susanita tenía los complejos que ahora me aquejan?
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