domingo, 12 de septiembre de 2010

Intervención


― Quedate quietita. Ahora te voy a poner una especie de lente de contacto en el ojo. Vos sólo tenés que mirar hacia la luz roja.

“Retina débil”, había sido el diagnóstico del oculista unos días antes. Pero su secretaria anotó “desgarro” en la orden que me dio para autorizar en la obra social, tras el breve examen del médico:

― Pero… yo no tengo ninguna molestia.
― Tenés una debilidad importante y la retina puede llegar a desprenderse.
― Pero… ¿cómo se hizo eso?
― Es común en los miopes. Pedite un turno para el miércoles y lo tratamos con láser.
― Pero…
― Es una intervención de rutina.
― Pero… ¿saldré viendo bien?
― Por varias horas es posible que no puedas enfocar bien.
― Pero… ¿tengo que venir acompañada?
― No es necesario. Te queda el otro ojo.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Feliz

 
Enderezás el respaldo del asiento, ajustás el cinturón de seguridad y levantás la mesa rebatible que tenés enfrente. La comisario de abordo da la bienvenida por altoparlante y explica a los pasajeros las instrucciones para ponerse la máscara de oxígeno y el chaleco salvavidas en caso de accidente. Sabés que no lo necesitarás. Viajás en el asiento 13, ventanilla. 

El avión se presuriza, acelera de golpe y despega en cuestión de instantes. Ya estás volando. 

Volando. 

Sube por una pendiente invisible hasta que empieza a enderezarse. La pequeña ventana  que tenés a tu izquierda te deja ver los cerros, ahí cerca, ahí nomás. Dos azafatas se acercan con un carrito.

―¿Le puedo ofrecer algo de beber, señora?

No tenés hambre, ni sed. Pero pedís un té, sólo por pedir. Si tan sólo pudieras abrir esa ventana, atravesaela y saltar sobre esas cumbres por las que avanzás como en cámara lenta, tarareando una zamba sin siquiera advertirlo.