Se conocieron alguna vez, allá lejos y hace tiempo, pero no se recordaban. Sabías que era una especie de mente brillante dedicada a la ingeniería y que vivía en el sur, pero no mucho más. Por alguna de todas esas vueltas del azar, ahora baila tango en el mismo ballet que tu amiga y vive en BA. Ella te dice que es del palo, porque estudió una carrera nadaquever como ustedes y descubrió de grande el placer que produce bailar. Fueron a una peña y le enseñaste sus primeros pasos en el folklore. Dijo que la recordaría como la primera zamba de su vida. Le contaste que te emocionan las parejas de setenta y tantos, que siguen llenando las pistas con su paso cándido y tradicional, que se arreglan con camisas -ellos- y zapatos de taco bajo –ellas-, y beben un vino o un agua mineral. Le confesaste que eso es todo lo que querés para vos cuando seas vieja. Te miró a los ojos y aseguró que seguirían bailando en peñas cuando llegaran a los setenta y tantos.
2 comentarios:
Y bue, por ahí en un par de años te tira un centro. Las esperanzas son lo último que se pierde...
Sí, total, tengo toda la vida para esperar un centro...
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