Estabas sobria, de madrugada, a punto de irte. Tu amiga, con varias cervezas de más, seguía entablando amistades de ocasión en el bar-boliche de Palermo-algo. La mirabas y tu mente retrocedía unos siete u ocho años, hasta aquella juventud –la tuya- de pura sociabilidad beoda. De pronto se acercó él. Morocho, alto, lomazo, speed con vodka en mano. Vos, bufanda al cuello y cartera al hombro, le seguiste la conversa sin rumbo esperando que tu amiga se decidiera a partir. Pero no. A ella le pareció tan fachero que hizo todas las preguntas de rigor y hasta tuvo la gentileza de pasarle tu e-mail para que no te perdieras a semejante bombón. Era cierto, lo comprobaste tiempo después. Semejante bombón. Pura facha.
1 comentario:
La facha no lo es todo...
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